A los 10 aprendí que se podía estar enamorado de más de un chico a la vez.
A los 12 aprendí que, si tenía problemas en la escuela, los tendría más grandes en casa.
A los 13 aprendí que, cuando mi cuarto quedaba justo como a mí me gustaba, mi mamá me mandaba a ordenarlo.
A los 15 aprendí que no debía descargar mis frustraciones en mi hermano menor porque mi padre tenía frustraciones más grandes que las mías y la mano más pesada.
A los 17 aprendí que se podía tener sexo con más de un chico a la vez.
A los 19 aprendí que era más lindo tener sexo con solo uno a la vez.
A los 20 aprendí que se puede hacer muy feliz a alguien con solo usar la boca.
A los 21 aprendí que no se cometen muchos errores si se mantiene la boca cerrada.
A los 22 aprendí que los grandes problemas empiezan pequeños.
A los 25 aprendí que jamás debía elogiar la comida de mi madre cuando estaba comiendo algo cocinado por mi pareja.
A los 27 aprendí que el título obtenido no era la meta soñada.
A los 28 aprendí que se puede hacer en un instante algo que te pude doler toda la vida.
A los 36 aprendí que siempre que estoy viajando me gustaría estar en casa y que siempre que estoy en casa quisiera estar viajando.
A los 39 aprendí que puedes intuir que tu pareja te ama cuando (en el colmo de las miserias) quedan solo dos galletas y él elige la menor.
A los 42 aprendí que, si estás llevando una vida sin fracasos, es porque no estás corriendo los suficientes riesgos.
A los 45 aprendí que niños y viejos son aliados naturales.
A los 55 aprendí que es absolutamente imposible tomarse vacaciones sin engordar por lo menos cinco kilos.
A los 60 aprendí que es razonable disfrutar del éxito, pero que no se puede confiar demasiado en él.
A los 63 aprendí que no puedo cambiar lo que pasó, pero puedo dejarlo atrás.
A los 65 aprendí que la mayoría de las cosas por las que me he preocupado jamás han sucedido.
A los 67 aprendí que si esperaste a jubilarte para disfrutar de la vida, esperaste demasiado tiempo.
A los 71 aprendí que nunca debes irte a la cama sin haber resuelto la pelea.
A los 72 aprendí que, si las cosas van mal, yo no tengo por qué ir con ellas.
A los 76 aprendí que envejecer es importante.
A los 91 aprendí que amé menos de lo que hubiera debido.
A los 92 aprendí que es mucho todavía lo que tengo por aprender.
Aun tengo 20 años y ya sé que tengo mucho que aprender.
Publicado originalmente en ¿Hoy qué es: Ayer o Mañana?